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Sobre todo, y, ante todo, a la gente. Criaturas humanas en acción, en evolución.
Por encima de todos los ejercicios, y por encima de todas las propuestas, siempre estábamos todos los seres que nos enriquecíamos al cruzarnos con otros seres únicos.
Algo nos convoca.
Aceptamos la llamada y acudimos a la cita.
Una vez allí, el ritmo, refuerza la convocatoria y todo explota.
Los ejercicios dejan de ser ejercicios y se convierten en metáforas de vida, en epicentros de la unidad. En círculos que nos transforman.
Nos hacemos promesas de futuros encuentros para continuar, y nunca conseguimos reunirnos los mismos, sino otros… y luego otros y otros y otros…
Lo importante es volver a formar el círculo en cada encuentro.
Mirarse a los ojos, arrancar el movimiento y ofrecerse con el corazón.
Otro círculo más y otro más y otro más…
No podía distraerme por mi cuenta, era como si fuésemos parte de una sola mente, un solo sentir, un solo latido. Con esa fuerza interna, no pude contener la emoción y mis lágrimas corrieron, como respuesta a la alegría enorme de sentirme conectado con mis compañeros, capaces de afectar a la gente para que pudiese tener un instante de contemplación. Lo que la gente veía no era un desfile, sino una unidad. La acera se volvió angosta y nosotros caminamos casi en pares, sin perder nuestra postura. Ese día mi corazón latió con mucha fuerza, pude sentir el poder de la Unidad y cada vez que recuerdo ese momento, me lleno de fe y de seguridad en la vida misma.
Agradezco infinitamente la oportunidad de haber podido estar en ese lugar en ese tiempo, en esa entrega que marcó para siempre la vida de todos.
Luego de haberla conocido contigo, ya no la he olvidado. El descubrimiento de la Unidad, de la sincronicidad, de la magia de los encuentros se quedó dentro y me sirvió de base para construir más. Para seguir en un proceso que se encaja feliz en mí.
Guardo las más profundas sensaciones, las más bellas miradas y toda la emoción y la entrega de cada uno de los seres con quienes tuve el privilegio de compartir el círculo abierto…
Podría escribir tantas cosas y a la vez es tan difícil… no se puede explicar…hay que vivirlo!
Guardo las más profundas sensaciones, las más bellas miradas y toda la emoción y la entrega de cada uno de los seres con quienes tuve el privilegio de compartir el círculo abierto…
decir… danzamos juntos, fue como estar haciendo música improvisada durante horas… cada silencio era música, cada palabra un poema, sentí como que el tiempo había desaparecido, que estábamos en una espacio-tiempo fuera de lo habitual
Podría escribir tantas cosas y a la vez es tan difícil… no se puede explicar…hay que vivirlo!
Puedo decir hoy, que entrenar las capacidades del hemisferio derecho y provocarnos para recuperar la generosidad, con cientos de ejercicios tan simples y profundos como los que nos regalamos en cada encuentro, es estar en un ritual en el que se pierde la noción de quién está dando y quién está recibiendo, en el que somos todos transformados y transportados por esa misma entrega compartida, y sentimos como se nos cuela por los poros el soplo del gran espíritu, que llega como un bálsamo de luz sonora a esas almas circudanzantes.
y cuando eso nos ocurre, volvemos en un abrir y cerrar de ojos a un estado (del espíritu) poco habitual… ¡un estado de gracia! ¡y es ese estado el que nos regala la oportunidad de estar conscientes del pulso infinito del que somos parte!… en este tan amado y luminoso… buen viaje.
Desde ahí me empezó a dar vuelta la información de que formamos parte del ritmo desde el mismo momento en el que somos concebidos y luego mantenemos un diálogo fluido con nuestra madre y el mundo que la rodea a ella. Cada encuentro con el entrenamiento rítmico me fue marcando. La unidad no tiene rincones donde nos podamos esconder por nuestros errores, sino que formamos parte de un círculo donde la célula del ritmo te transforma y necesita de nuestra entrega sin poner énfasis en negaciones o errores de un mundo que nos pone una etiqueta o rótulo de la equivocación. Cuando uno puede soltarse y entender que todos podemos formar parte de este círculo abierto es cuando se generan encuentros mágicos como los vividos en cada Tanti, Río Tercero o en Córdoba capital. En aquel encuentro del 2005 surgieron lazos que cruzaron continentes y pudimos formar un equipo de trabajo y más allá de eso formar lazos sanguíneos de familia. El camino siguió y la familia creció, y nuestro anhelo de que el círculo fuera cada vez más grande se nos comenzó a dar. Estos 7 años de vivencias fueron y son tan intensos que cuesta llevar a palabras tanta experiencia y sensaciones. Gracias agenda cósmica por hacer que nuestros caminos se cruzaran…
El trabajar el ritmo a nivel grupal, lo que nos está facilitando es el conectar con el corazón del grupo. Notar ese latido de todo el grupo es una experiencia sutil y sublime a la vez. Son esos momentos mágicos que uno conecta con la vida y con el mundo, de forma orgánica.
La única lástima de esta sensación es que es algo efímero, es algo que viene y se va, y el peligro es quedarse enganchado en la necesidad de que eso esté de continuo. No es posible. Es como el pulso: sístole y diástole, tensión y relajación, apertura y cierre.
Este punto de conciencia de lo pulsátil y de lo grupal para mí es fundamental. Somos seres individuales y a la vez sociales, entendiendo que ambas cosas son pulsátiles, no perennes. Hay momentos de gran necesidad de individualidad, y hay momentos de necesidad de lo grupal, y estos momentos son como latidos, van y vienen y nunca se hacen eternos.
Para mí el ritmo ha sido una guía para mi cuerpo y la inspiración para mi espíritu. . Y es que en los 4 talleres que he tomado , siempre fue una sacudida emocional.
Mi primer encuentro fue en el año 2000 como parte de la formación actoral para el Programa Nacional de Teatro en Casa del Teatro de Toluca.
Era mi primer encuentro y fue para mí una experiencia maravillosa. Un despertar. Fue como entrar a un viaje interior de emociones, sensaciones y energía, disfrutando de la magia que se lograba al entrar en sincronía con el espacio, con el tiempo y con un grupo de gente que al igual que yo realizaba este viaje rítmico.
Lo más interesante fue que cada taller era diferente por el sólo hecho de conectar con gente diferente… También aprendí a trabajar más con la sinceridad dejando las expectativas a un lado y sin esperar nada especial. De conectar con mi ritmo a través de la danza para llegar a mi estado natural sin prejuicios, donde el cuerpo vibra y te sientes, feliz, liviano y pleno.
En esos múltiples encuentros se ha ido propiciando un sentimiento de unidad. Experimentar, al menos alguna vez, en ese laboratorio que estamos interconectados. Ese sentimiento de unidad se ha acrecentado con otros muchos ejercicios en los que la conexión se daba con múltiples elementos, bien por parejas o en grupo.
Otra faceta que he experimentado en estos talleres es la de potenciar mi creatividad. Soltar y ver todo lo que sale de ti y sorprenderte por ello. En esos juegos vamos aprendiendo y practicando ese ser multidimensional que somos. Es una forma de ampliar nuestra conciencia y quitarle hegemonía al ego.
El descubrimiento de que la música y el ritmo te pueden activar y hacerte superar muchas circunstancias adversas es una joya inestimable.
Todo esto generado en un tiempo muy corto pero muy mágico, con personas que no conocía y ni siquiera sabía sus nombres, donde pude sentirme vinculada y sostenida por algo mayor a cada uno de nosotros mismos y hasta al grupo, era constatar que somos parte de una gran red que no termina en el círculo de las personas que comparten esta experiencia, sino que es como arrojar una piedra al agua y observar cómo se dibujan más círculos por abajo y por arriba de la superficie, y uno se siente más fluido, mas buen, más “vivo” y más naturalmente conectado al cosmos…
¡¡¡Un enorme y eterno agradecimiento!!!
¿Dónde está el ritmo universal?
Ahí. Todo lo que sonó una vez, de una forma, jamás vuelve a sonar de igual manera y a la vez siempre es lo mismo formando parte imprescindible de lo mismo….
La vida llamándonos a ser en cada instante sabiendo que solo eso es lo que tenemos…un encuentro, una excusa, unas manos, una voz, un camino y un corazón para latir y ayudar a latir y a pulsar juntos para no alejarnos de ese centro rítmico que nos mantiene enlazados bajo un mismo fin, bajo una misma misión: amar la vida.
La primera fue en el Festival Internacional de teatro “Telón Abierto” 1999. Para mí fue una revelación. Lo más importante: sentirme parte de un todo. Todos los sentidos se conectaron como células, haciendo una sinapsis. ¿Cómo fue que nos entregamos todos, si ni siquiera nos conocíamos?
La segunda vez fue en Pátzcuaro, Michuacán. Dentro del Programa Nacional de Teatro 2003. Pude sentirme fusionada con la energía que corría por el elástico. El cuerpo en disposición y alerta mirando a los compañeros.
La tercera ocasión nos encontramos en Aguascalientes, en el montaje de “Los Justos” de Albert Camus, adaptación libre y dirección escénica de Rubén Segal, trabajo de titulación de la séptima generación de Técnico Superior en Actuación 2004.
Eso me dio la oportunidad de mirar desde la plataforma del guía y pude percibir las energías, las cargas emocionales, la generosidad, los miedos y luchas internas de los participantes.
En la cuarta ocasión el encuentro se realizó en el D.F en el 2011, en el Centro de Estudios para el Uso de la Voz, CEUVOZ que dirige la maestra Luisa Huertas. Indira Pensado convocó y acudimos de distintos lugares como 50 personas, si no es que más, a este llamado y los que ahí nos reunimos dejamos de lado las caretas y las pretensiones. Nos entregamos al fluir del ritmo, de un solo latido, un solo corazón.
Respiré, me dejé llevar, viviendo cada instante. Lo viví plenamente. Mi cuerpo fluyó como pez en el agua. Generé energía. Nuevamente fui parte importante de un todo.
La experiencia y el aprendizaje lo llevo arraigado muy dentro de mi ser y sé que cada vez que tenga la fortuna de compartir otro taller mi cuerpo se dispondrá de manera instintiva como cuando vuelvo a andar en bicicleta.
Y éste es el legado más importante que me ha dejado el trabajo
La voz… es cuerpo.
El ritmo… todo.
Y se hizo presente en mí, el ritmo universal. A partir de descubrir y entender el ritmo del silencio, todo cambió.
El taller me enfrentó con esa parte de mí que pedía ser coherente con lo establecido, me enfrentó de tal manera que en diferentes ejercicios dejé de ser la persona que “era”, para ser honesta y ser lo que YO SOY.
Aprendí a dejar de ser un individuo, para convertirme en un todo. Entender que mi percutir es parte de una gran batucada, parte de una fiesta, parte de una selva.
Me encontré con momentos en los que me divertía tanto, que daba paso a lo nuevo, a la improvisación real, la que no se piensa, la que está ahí, esperando que le abras la ventana para asomar la nariz roja.
Aprendí a ver el ritmo de los demás y no atropellar a nadie con mis prisas, a estar con todos en armonía, en paz, en la carcajada o en el suspiro del llanto.
Hoy después de tantos años, se agita el corazón.
Maravilloso absolutamente maravilloso, ¿cuantos años son ya de eso? … solo pensar en la experiencia hace sonar tambores.
Lo aprendido se queda, las canciones se recuerdan bien… ¡sombrero por sombrero, me cuesta pero creo, que el cambio nunca viene nada mal!
Descubrir el ritmo que se tiene dentro, para usarlo en cada sinfonía cotidiana.
El milagro sucedió: después de tres días de secuencias simples que me permitieron encontrar pulsos, sincronizar movimientos, calmar mis ansias de seguridad, abrirme a la espontaneidad y finalmente, perderse en una gran marea de energía y de personas… que viví como uno de los más hermosos momentos: un “tren de ciegos” en el que no saber dónde estaba me permitió encontrar mi sitio entre esa pequeña multitud y una suerte de micro cosmos (hoy sé que no era tan micro). De ahí, todos los sentidos se abrieron para dar cauce a un río de vivencias que me han acompañado mucho tiempo.
Al paso de los años, he aprendido a redescubrir esos aprendizajes y por supuesto crear y reconocer en los otros, su potencial, pues, al ser maestra tengo siempre una oportunidad de crear junto a los chicos, de reinventar y de nunca dar todo por hecho; de abrir canales para que lleguen a sus preguntas y viajen en busca de alguna respuesta.
Nada de lo que te he aprendido es tangible… que curioso, pero todo se ha quedado en algún rincón de mi ser… Cada vez que un chico vive el milagro de la sincronía, se conmueve, descubre el silencio o transforma su manera de ver o escuchar el mundo, éste se transforma…
Seguimos en este camino, esperando que el tambor suene.
Con todo mi agradecimiento por lo que hemos vivido y lo que día a día descubro y el de mis chicos que con sus rostros conmovidos, lo dicen todo.
Las propuestas con el elástico me han fascinado, así como el paralelismo que tiene con una célula y por extensión con el propio organismo y con las relaciones interpersonales en cualquier ámbito. Se trata de una enseñanza y de un aprendizaje simple, sabio y universal. De ahí su poder divino.
Me ha permitido trascender y ver a todo el grupo sin olvidarme de mí, haciéndome más grande.
Quiero que fluya el movimiento rítmico en mí, el ritmo de la danza vital, que no se estanque.1
La piel abre infinidad de poros que vivifican cada rincón y cada célula de mi ser. La luz de fuera entra al encuentro de la luz que habita dentro, cuando parece que ésta se estaba quedando sin llama. El chispazo de unión es una caída libre a lugar seguro.
Cuando el ritmo me penetra, la vibración ilumina mi manantial. La energía parece inagotable.
¿Es el ritmo el origen de todo?
Resultó que estar dentro del ritmo era tan sólo una cuestión de escucha integral, de estar fuera de uno mismo para percibir al otro, de olvidarse del error y sus posibles consecuencias, porque, una vez todos estuvimos realmente con todos, no había paso equivocado de nadie que hiciera perder el ritmo al grupo. Y, sobre todo, era una cuestión de generosidad, de entusiasmarnos, y de servir de apoyo al desfallecimiento ajeno. Todo eso, además (y quizá fue lo más sorprendente para nosotros), sin utilizar para nada la palabra. Era un trabajo corporal y emocional y aquel grupo de desconocidos logró una cohesión y una capacidad creativa asombrosas sin siquiera conocerse y sin haber hablado apenas. Inolvidable. RITMO y AMOR, dos cosas de las que, pensé más tarde, carece realmente la profesión docente. Allá vamos entonces…
El ejercicio de Micro-Movimientos es uno de los que más me sorprendió, por la intensidad…
Hicimos alrededor de 100 mts por la naturaleza, en Micro-Movimientos y tardamos 1 hora y 20 Minutos…
Increíble.
Cuando comenzamos, pensé que no aguantaría en ese ritmo, que me aburriría, que me saldría del ejercicio rápidamente, pero a los pocos minutos empecé a sentirme cada vez más cómodo en esa velocidad y todo se tornó más y más profundo, Terminé de confirmarlo cuando llegamos a la meta, nos esperaban unas jarras con agua y todos seguimos en ese viaje del Micro-Movimiento durante casi media hora más… bebiendo y brindando emocionados en una velocidad y dimensión inusitada…
Hubiera permanecido en ese estado por mucho tiempo más…
La música que entregamos cada uno para hacer un compacto que reuniera la diversidad de cada uno de nosotros en una banda sonora llena de tonos y melodías. Todos esos momentos ayudan a que el equipo creciera en confianza mutua, en seguridad en sí mismo, y empezara una andadura hacia un futuro distinto. No fue fácil y sin duda solo fue el principio de un camino.
Es ahí donde todo fluye con el río de la energía universal.
Todo está ahí, lo rescatamos y lo traemos hacia fuera para compartirlo y ofrecerlo.
Una ofrenda al grupo, al círculo. Ese manantial donde te enriqueces al tiempo que enriqueces a los otros, es ahí donde somos uno con todo y donde puedes sentir que nada te separa de nada, tú formas parte como gota de agua en el mar.
Dándote, recibiendo con humildad, vibrando inmersa en el ritmo que marca el universo, sin resistencia, permitiendo, aportando, probando, reconociendo.
Alejarse del ritmo universal, deja al corazón seco y cuando se nos ofrece el regalo de reencontrarnos con ese ritmo, algo florece, todo está bien.
Agradezco inmensamente estos espacios-regalo que me conectan con el corazón del Universo.
El Círculo Abierto fue una experiencia integradora de Arte y Espíritu. Como ese espíritu hegeliano que vuela transmutado una y otra vez sobre la Historia (personal y colectiva). Fue un encuentro de búsqueda de expansión con otros y otras, en donde las actividades compartidas nos recordaban lo profundo de nuestra singularidad y lo maravilloso de fundirnos en lo cooperativo, en lo colectivo, en lo que nos trasciende, en lo que nos une.
En esa búsqueda circular no sólo nos unimos a los otros y otras que estaban ahí, sino que también nos unimos (o destapamos e hicimos manifiesta la unión) con el ritmo, la fuerza y la libertad de la Madre Naturaleza. Y, junto con ella, con tantos otros y otras que la tierra sostiene.
Hoy, mientras intento recordar y vuelvo sobre las sensaciones de aquellos días, ya no sé si puedo hablar del Círculo sin las huellas que el Espíritu del Universo (tenga el nombre que tenga para cada quien) fue dejando en mi camino para que yo eligiera ir a Tanti aquellos días. Y tampoco sin los nuevos giros, las nuevas experiencias, los nuevos signos que ese espíritu, que ese círculo abierto y espiralado, me va trayendo hoy día a día y, estoy segura, me seguirá trayendo.
Y una de las cosas más maravillosas de este espiral expansivo es que, al igual que la vibración de un cuento, llega mucho más lejos de lo que nos imaginamos y dura mucho más tiempo que el simple golpe del instante.
A lo largo del trabajo con Segal, descubrí otras bifurcaciones, otras puertas, algunas muy sutiles, otras gigantescas. El ritmo se me aparecía monstruoso, bello, encantador, se volvía multicolor y su sentido acapararía una faceta más allá que esa de la música… El ritmo se volvió vida. Re-Descubrí informaciones que estaban en mi espíritu y que de alguna manera había enterrado. El ritmo como parte central del funcionamiento de la vida, de cada aspecto de esta, micro polirritmia, macro sonoridad cósmica (¡y ya divago!) en fin, el ritmo en todo, en las relaciones con los individuos, en el café la mañana, en la política, en lo social, en el arte en general. Y de que existe la necesidad de sincronizar, de entender un poquito más, de escuchar ese tambor grave que esta allá afuera tratando de ayudarnos a mejorar, de acercarnos más al prójimo, de jugar con él, de tocar, de llorar con el… de vivir en armonía rítmica con el todo.
Y así, cada vez que me pongo a tocar mis tambores, cada vez que mis manos golpean la superficie de mi instrumento, se que ese golpe, o aquel, o el próximo, va estar en sincronía con el centelleo de alguna estrella, con el pasito de una hormiga abajo de mi casa, con un latido del corazón de Rubén Segal y de millones de otros más!
¡Gracias, hermano, por toda esa experiencia!
Estaba en un estudio de doblaje en Barcelona y un compañero, Paco Gazquez, me comentó que estaba trabajando en un musical, “El Violinista sobre el Tejado”.
Cuando llegué estaban empezando el ensayo. Me quedé mirando sin reaccionar. ¿Qué es lo que me llamo la atención? No sabría decirlo. No me fije en nada en especial, pero sentí una energía que me llamaba y no me dejaba cerrar la boca. Esa misma tarde me encontré haciendo un casting al que no me había planteado ir.
Así pude ser parte de una experiencia inolvidable.
Tengo aún muy vivo en mi mente el recuerdo de la fuerte energía que se creaba entre el público y nosotros mientras hacíamos el espectáculo. Nunca he sentido unos aplausos tan fuertes y sinceros, como los que nos regalaban cada noche, tanto en Madrid, como en Barcelona. Cuando salíamos a saludar al final de la obra, se me aceleraba el pulso con tanta emoción. Creo que es una sensación que no he tenido en ninguna otra ocasión.
Soy actriz y dirijo escena desde hace poco menos de diez años.
En el año 2000, vivía yo en la ciudad de México y Gerry Rosado nos propuso tomar un taller llamado “Entrenamiento emocional a través del ritmo”, de viernes a domingo todo el día, pues había que “aprovechar el paso del Maestro Segal por la ciudad en esos días”. El taller se llevó a cabo en los salones de la Escuela Nacional de Arte Teatral (ENAT), en el Centro Nacional de las Artes.
Fue ese un fin de semana que yo personalmente viví como doloroso, pero epifánico. Me abrió un mundo de preguntas sobre el significado verdadero de la palabra Ritmo, de la palabra Atención, de la palabra Energía y de la interrelación constante de estos tres significados en la escena. Poco tiempo después me invitaron a dar clases en la ENAT, a los alumnos de tercer año que debían llevar “Estilo”, entonces retomé dos de los ejercicios que usted nos enseñó, para elaborar un entrenamiento actoral que funcionara para tratar de abordar “orgánicamente” un texto de siglo de oro español. Los dos ejercicios a los que me refiero son, uno donde se utiliza un elástico y todos juntos realizamos movimientos laterales en 8, 4, 2 y 1 tiempo y otro al que le nombro “Vuelo”…
En el 2005 cambié de lugar de residencia y me mudé a la ciudad de Tampico, en el estado de Tamaulipas. En esta ciudad fundé y dirijo hasta la fecha la Compañía de teatro del Espacio Cultural Metropolitano. Desde el 2006 he trabajado de manera constante dentro del Programa Nacional de Formación Continua del INBA y siempre empiezo mis clases con esos dos ejercicios. Empecé utilizando estos ejercicios tratando de cazar los versos octosílabos de la voz del actor, pero poco a poco fui entendiendo que más bien, funcionaban para hacer que el actor entrara en sincronía, en unidad con el otro, y empecé a enfocarme en ello y a tratar de dirigir estos ejercicios hacia ese punto en particular. A lo largo de estos años, he seguido utilizando estos dos ejercicios –a los que les he realizado diferentes modificaciones y adecuaciones según el caso- como punto de partida de cursos y talleres e incluso con las clases permanentes de mi compañía y cuando el grupo termina en condiciones idóneas el ejercicio del vuelo, siempre les digo “ésta es la energía mínima indispensable para subirse al escenario y es también el mínimo punto de comunicación emocional que debo tener con el otro en la escena”. Tengo mucho que agradecerle. Esos tres días que tuve la oportunidad de compartir con su trabajo, abrieron a mis ojos un universo de preguntas y posibilidades.
De los muchos elásticos y momentos compartidos, me vienen a la memoria dos especialmente emotivos y bonitos.
El primero, el primer encuentro. De una mañana fría de febrero, en una sala grande y pocas personas que acabó transformándose en un torrente de energía y unión.
El segundo, aquel encuentro con aquel grupo de la cementera, de hombres de “pelo en pecho”, que empezó riéndose del elástico y acabaron llorando con él. Me acuerdo de aquel hombre, pasados los cincuenta, rechonchete y que en los movimientos del elástico parecía el menos ágil, aunque el más comprometido. Nos dejó helados cuando se acercó a nosotros para pedirnos la música del evento y nos dijo, sin preguntarle, que la quería para darle una sorpresa a su señora, que hacía tiempo que la tenía dejada. Lo dijo con la voz entrecortada. Este gran señor quiso regalar amor a su mujer, con cena, velas, la música del elástico y, sobretodo, con la ESENCIA.
De aquel evento, también recuerdo del tren de ciegos. Ese mismo grupo que apenas unas horas antes ridiculizaba los ejercicios y al final del encuentro lloraba de alegría y amor. Contemplar sus caras en el círculo final y oírles decir: “he descubierto cosas de mis compañeros y eso que hace más de 20 años que los conozco” fue un regalo inmenso.
Curiosamente, mientras escribo vuelvo a sentir esa conexión en la barriga, algo que fluye, algo bonito que nos une. Llámale ESENCIA, llámale AMOR.
Empezamos a avanzar con un paso casi imperceptible, un micro-movimiento que paralizó el centro de la ciudad. Nosotros, todos vestidos de negro y con un hambre tremenda de cambiar el mundo, haríamos terrorismo de otra manera, no del que observamos y se nos muestra en los diarios o las noticias, el terror que nosotros promulgábamos en ese momento era el de la fe, el del amor, el de la inocencia. No nos acostumbraron al amor, por lo tanto, había que temerle a esta masa de seres que se movían muy muy lentamente.
Lo único que hicimos fue cambiar el ritmo de nuestro andar y eso bastó para provocar una incisión en el tiempo.
Fue asombroso porque las manecillas del reloj no existían, el tiempo se detuvo… pude ver las partículas de viento que bailaban frente a mis ojos, una burbuja dilatada se desplazaba en un espacio que podría haber sido cualquier momento, cualquier época, cualquier lugar. Era contundente, algo se alineó con un todo, hasta mi corazón se ensanchó. Todos nosotros éramos uno solo. Incluso la gente a nuestro alrededor poco a poco cesó su movimiento. El cielo se tornó denso y gris, parecía que una tormenta azotaría, pero no tenía importancia, éramos invencibles, porque yo me sentía unida no sólo a mis compañeros sino a todos aquellos que nos encontrábamos ahí; el vendedor de globos, el párroco que salió a contemplarnos, aquel que nos aventó algo, la señora asomada desde su ventana… Una extraña fuerza, nos revelaba que realmente existíamos, que somos energía y que unidos, nos encontraríamos a salvo. No fue un poder individual, fue colectivo, éramos unidad. Por eso sabíamos que si caía un aguacero torrencial, nada nos detendría… esa determinación ayudó al atravesar la avenida principal de las aguas calientes; el río de autos se detuvo y salían de su coches a ver qué era lo que estaba sucediendo… el silencio embargó al centro entero… ni cláxones, ni silbatos de agentes de tránsito perturbaron la intervención que hicimos en el tiempo… era un vacío sorprendente en el que los pensamientos se acallaron y todo absolutamente todo tenía sentido… llegamos a ese espacio donde cada ser humano se encuentra a sí mismo, donde las palabras no pueden explicar el misterio de la existencia, donde simplemente tienes la certeza de que aquí y ahora respiras con todo lo que eres. Ese día, ese trayecto de la plaza de armas hasta el café del codo… marcó nuestras vidas… una puerta invisible se abrió.
Hoy, al escribir estas líneas… me doy cuenta que al transcurrir de los años lo olvidé… Venir a la selva ruidosa y asfáltica del distrito federal mexicano me alejó de lo esencial, sin embargo también me invita a aferrarme a eso que descubrimos juntos Víctor, Javiero, Erika, Enrique, Yadira, Berenice, Gerardo, Paola, Marco, Rubén…
Tratábamos de ser justos, de aprender de la vida, de intervenir algo en el espacio y tiempo que nos tocó vivir, pero… fue el ritmo, fue el tiempo, fue la naturaleza, fue el universo quien nos intervino a nosotros… somos uno con ellos, con lo que creemos que está fuera de nosotros… todo se modificó… el mundo, mi mundo jamás será el mismo después de ese momento.
El Ritmo me ha llevado al arte del encuentro con uno mismo y con todo el Universo. Con cada grupo, con cada civilización, con cada tribu y con cada individualidad. Con el Cielo y con la Tierra. En el Cielo de esta Tierra.
Para mí, el ritmo va más allá del pulso e im-pulso, más allá de cualquier palabra que lo relacione desde sólo ese contexto. El ritmo es amor consciente. Es despojarse de todo temor.
La experiencia primera en el “círculo abierto” acontece hace ya tres años y digo acontece porque está presente desde mucho antes, desde el inicio de los tiempos y, porque sigue hoy acompañando el paso y el peso de cada día. Lo que ocurrió fue que recuperé la memoria ¡de golpe!
El ritmo es hoy ‘mi’ maestro, el mejor de los mejores y es ¡tan HUMILDE! Lo dice una mujer que se dedica a la enseñanza y que elige que el “buenos días con Ritmo” abra la voz del nuevo día, del grupo y de cada Ser que se pronuncia. Desde ahí atiendo los ejes transversales cotidianos aprendiendo a crear nuevos vínculos entre nosotros que nos conecten más y más al hilo invisible, al ritmo único que cada uno trae consigo y que sólo con la fuerza del grupo podemos soltarlo, acariciarlo, ofrecerlo, utilizarlo como se utiliza un lápiz, para escribir nuestras historias. La motivación 183
hacia los aprendizajes aumenta cuando los niños se sienten comprendidos en sus ritmos, en sus procesos, en sus cuerpos, mentes y espíritus. Y la pausa forma parte del ritmo, sin ella no hay integración, ni unidad en lo aprendido y vivido. Lo que estoy compartiendo en estas líneas no lo escribo yo, lo escriben las almas de estos niños y niñas que son maestros de maestros, porque su ritmo es el que es ¡¡¡PURO!!! Cuando uno conecta con su Ritmo, con la vibración de sus dones, con la PAUTA DEL CREADOR, somos amados. Este es nuestro destino. Vivir la expansión del amor y de la conciencia. Sólo así se puede hablar de éxito, de cohesión de grupo, de trabajo en equipo, de Unidad. Del Amor del Alma. De su ritmo. Sólo en él amamos y cuando esto acontece, se nos abren las puertas de los milagros.
El sistema educativo elige el qué enseñar y yo elijo el cómo. El ritmo hace brotar la autenticidad, la humildad, el agradecimiento constante. Las lecciones de vida más hermosas, porque no hay límites, sólo posibilidades. No importa la edad de ellos porque las edades de sus almas anhelan encontrarse con sus sabidurías. El ritmo no está en una caja, está en un cofre sagrado, en cada corazón, en cada alma.
A todos y cada uno, GRACIAS por regalarme la incondicionalidad de sentir vuestro rítmico y vinculado abrazo.
En mi nombre están todos vuestros nombres.
En cada latido de Gratitud nos encontramos. Desde el Corazón.
El elástico que nos une y nos hace ser uno…
Donde el ego se disuelve, donde sólo la entrega generosa nos sirve
Para sentir que siempre podemos ir más allá…
Más allá del pesado pasado y más acá del incierto futuro
Sólo existimos en el encuentro con los demás,
Sólo existo en el ritmo universal
El elástico nos ayuda a sentir el Ritmo, a sentir al otro, a sentir mí
Esencia sin nada más…
Y cuando mi ego me dice que no puedo más… tú, vosotros con vuestra mirada, con vuestra sonrisa me recogéis y, desde la generosidad y el respeto a ti y a mí, sigo pudiendo, sigo danzando, sigo cantando, sigo respirando…Sentir y sentirse en el elástico es sentirse VIVO, es sentirse en compañía, aceptado sin juicios, aceptando sin valoraciones…
¡Qué experiencia tan Única jugar en el Círculo Abierto!
Acompañar y ser acompañado, escuchar y ser escuchado.
Ojalá que el tiempo nos traiga de la mano para volver a jugar juntos.
Por eso el círculo abierto me traspasó como un arcoíris el alma. Me hizo reencontrarme con mi materia y descubrir que todo estaba dentro de mí. Que el teatro se construye con generosidad y entrega y no con egocentrismo. Me ayudo a abrir los ojos y descubrir a gente maravillosa y que juntos sostenidos en un elástico podemos impulsar el arte y construir esperanzas.
Brindo porque cada persona pueda entrar en este círculo infinito, pueda girar en la rueda, pueda ver que la creatividad está dentro nuestro y alimenta el alma
Un día lo imaginé.
Luego, ahí estoy.
Un águila viene a mí.
Una canción me guía.
Yo canto. Yo digo. Soy escuchada.
La gente en el metro. Todos vibrando en altísima sincronía. Un metro y otro y otro. La gente camina.
Una pareja se despide.
Yo tomo fotografías.
Un joven pasa y me dice: - Mira abajo. Toma eso. Es que nadie lo ve.
Una placa pequeña al ras del piso, dice: Ritmo
Mi deseo se conecta con la corteza de mi cerebro, viaja hacia abajo toca mi centro, se expresa hacia afuera con mi aliento, con mi voz. Entonces el deseo se vuelve verdad al ondear rítmico de mis pensamientos, de mi respiración. Siento mis huesos, rítmicamente acomodados. Me dan integridad. Siento el flujo de las corrientes eléctricas, la sangre que fluye. Todo conectado y sincronizado. Mis ojos y mis labios abiertos. Dispuestos, preparados. Estoy.
Un amigo querido un día me enseñó que el ritmo es la sincronía del todo. Todo cabe en el suave implacable y rítmico ondear. Los paisajes, los ríos, las flores, las etapas, las estructuras. Todo tiene ritmo. A través de ello, de ese todo, transito, aprendo y puedo mirar hacia adentro. Soy todas y todos los que he sido. Soy en el todo rítmicamente.
Y vibro. Con enorme agradecimiento por lo vivido…
la vivencia de una experiencia tan intensa como la que tengo la suerte de estar compartiendo contigo y con todas las demás personas que me lo han permitido. Carlitos, Octavio, Franco y todas esas personas que han formado parte de los Círculos compartidos, en TCI, en Barcelona, en Vic, en Murcia.
Todo se dispone…
Y vuelve a empezar, otro viaje, otro Círculo.
En otro tiempo y en otro momento, pero con la misma intensidad como si fuera la primera; la única vez.
No valen intentos, solo vale la ofrenda, dar y después dar, dejar de ser uno, para Ser junto al otro.
Dejarse llevar.
Descubrirnos en el continuo devenir del instante.
Y así, poder mantener viva la experiencia.
Hace falta coraje. Sí, hace falta coraje.
Mi ego se disuelve no sin antes luchar.
Terminada la batalla, siento mi cuerpo palpitar en un pulso unísono,
Junto a tu corazón. Pulso universal y silencioso.
Me mueve el ritmo.
Veo en tu mirada la fuerza del que se entrega,
Da igual cómo.
Tú, soy yo, da igual, somos en el círculo
En ese preciso instante soy, junto a ti y el otro.
Abro mi corazón para completar el Círculo.
Y de nuevo,
Todo se dispone…
Hace cinco años que hice mi primer taller con Rubén y él sabe que me conectó con la existencia, la creatividad y la equidad. Aunque ya había hecho terapia gestalt y practicaba meditación zen con más o menos regularidad hasta que trabajé con el círculo abierto no percibí de forma tan nítida la relación de la regularidad de respiración, pasos, movimientos de la vida…
El ritmo resulta medicinal para mí, me conecta con la materia, con el instinto… Me baja de las nubes, del aire y del agua y mis necesidades y la sencilla cotidianeidad cobran un nuevo sentido. Se convierten en regalos.
Solo desde esa experimentación me interesa el arte. Sé que este es mi camino y Rubén sabe que nunca podré agradecerle lo suficiente un mágico fin de semana de julio en Barcelona que tanto ha significado para mi vida. Sé que encontraré la manera de transmitir todo lo que he ido tomando y compartir todo lo que me ha llegado y me llega en cada paso, en cada latido, en cada expiración… Y sé también que ése es y será el mejor regalo que me da la existencia.
La música, los tambores, el movimiento, nos conectan con nuestro pulso vital primitivo, el latido que nos da aviso de que estamos vivos: latiendo.
La exuberancia y veracidad del lenguaje gestual en un mundo de discursos de poder y miserias, sobrevuela los paradigmas de los bloqueos sociales y mentales, llevándonos por un viaje de redescubrimiento y creatividad sin límites.
Cuando nos conectamos con nuestro ser primitivo, desde la individualidad del ser únicos, nos estamos conectando con todos los hombres y mujeres que habitan el planeta.
El Círculo abierto es un lugar edénico, un espacio-tiempo en el que volvemos a disfrutar sin ataduras de la improvisación de la niñez, este juego divino y olvidado en donde no existen las metas sino la simple intención de “JUGAR”.
Desde el primer Encuentro en ronda pulsando juntos, algo se encendió creando sentido.
Compartimos experiencias mágicas…
En el inicio un montaje de percusión corporal, aparentemente “coreográfico” tuvo la función de cruzarnos en el Camino y abrir el puente entre los Universos que veníamos transitando.
Luego compartimos experiencias en la Naturaleza, montajes escénicos, clases, investigaciones…
El viaje a través del Tiempo sin Tiempo abrió miradas, corazones.
Enlazó manos.
Despertó el silencio…
El micromovimiento de las células en un andar lento, unió abrazos y desplegó llantos del alma…
La generosidad habilitó la entrega…
Hoy me siento agradecida de ser parte de la trama que nos une al recordar nuestras experiencias compartidas.
Hoy el deseo de seguir expandiendo cada pulso de existencia en un latido consciente…
Lo que me pasó fue que quedé hechizada por ese juego serio (como diría Cortázar) que me proponían, donde gocé del silencio, de enredarme en hilos con el placer de aceptar la lentitud y lo imprevisible, sintiendo que para crear sonido y ritmo primero se debe aceptar y disfrutar del silencio con otros, de la casi inmovilidad para luego apurar el paso. Lloré, me reí, salió de mi garganta una vibración sonora que había estado guardada pero que supe al instante que era genuinamente y profundamente mía, sostener la mirada de alguien por primera vez y descubrir todo lo que podía haber en ella, me emocioné en un presente intenso con las voces de mis compañeros llegando de todos lados, disfrutando del color de cada una y lo que producíamos cuando el milagro de la comunión de almas aparecía.
Fue muy bello entregarse a cantar para otros cuando lo hicimos para la escuela de Julio Bocca y el Teatro San Martín, dibujarles imágenes, colores con nuestras voces o el simple sonido para que ellos soltaran de sí mismos lo que sintieran. Dar así nuestro canto fue de lo más conmovedor, sabiendo que cada vez creamos algo distinto, y que somos parte de un todo, donde la apertura del alma y la generosidad son la sustancia fundamental…
Vuelve
Si se derrumba el cariño
Vuelve
A la gracia del niño
Que cae y se renace
Como si llevara siglos
De la arena dormida
En el vientre del río
Vuelve
Si se quiebra el camino
Vuelve
Al silencio de un grito
Que se lleva en la sangre
Como un secreto ancestro
Que susurra el camino
De lo que aún no ha sido
Vuelve
Si se pierde el cobijo
Vuelve
Hacia el amor redondo
Que te legó el latido
El pulso milenario
Que acompasa el milagro
De todo lo nacido
Vuelve
Del aire hacia la tierra
Vuelve
Donde se inicia el rito
Vuelve
A donde todo vuelve
Vuelve
A inaugurar el ciclo
RAMIRO GONZÁLEZ. Poeta, músico, artesano. Córdoba, Argentina.